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Mantener la escuela abierta

Después de pensarlo mucho, el profesor de sociales tomó la decisión de dejar el colegio donde trabajó por más de veinte años. Ya no podía soportar la situación económica y decidió apostar por un empleo más rentable: vender chupetas en la calle. Con este nuevo trabajo informal, gana diez veces más que dando 30 horas de clase a la semana. María también renunció a su cargo porque le ofrecieron un puesto en un colegio privado donde le pagan siete veces más. Le daba pena dejar el ambiente calasancio en el que creció desde niña, pero ya no podía más.


En el momento menos pensado renuncia un profesor porque le han ofrecido un empleo donde gana más o porque ha decidido emigrar. Ruth manifiesta con rabia: “Vengo de una familia muy pobre. Me esforcé mucho en sacar el título de maestra y es la vocación que he escogido me hace feliz. No quiero terminar en las calles de cualquier ciudad de América vendiendo café en las esquinas. No es justo”. Ruth tuvo que dejar el cole para trabajar en una tienda de ropas para enviar dinero a su familia. Como ella, muchos maestros de vocación han tenido que trabajar en lo que sea, para sobrevivir.


No todos dejan la escuela. Gracias a Dios, hay profesores muy identificados con el proyecto escolapio y que están dispuestos a permanecer a pesar de las dificultades. Para mantenerse, han tenido que buscar otros ingresos: elaborar tortas para cumpleaños, vender cosméticos, helados, ropa y cualquier producto. Algunos, con mejor suerte van a Colombia y trae productos que revenden. Todo vale para sobrevivir.


Estas y otras historias forman parte de la cruda realidad del personal de nuestras escuelas de Venezuela.


Mientras en otros países, nuestros colegios andan preocupados en cómo renuevan sus metodologías, qué libros de texto escogen, cómo mejoran sus instalaciones y cómo integran las TICs en el currículum; nosotros andamos preocupados buscando qué inventamos para cortar la hemorragia de docentes que dejan la escuela. Es muy doloroso despedir a unos profesores tan escolapios que se ven obligados a trabajar en un empleo para el que no se han preparado, pero que les da más ingresos.

Es muy doloroso despedir a unos profesores tan escolapios que se ven obligados a trabajar en un empleo para el que no se han preparado, pero que les da más ingresos.

Durante estos dos últimos años hemos recibido ayuda humanitaria de la Fundación Itaka, y los escolapios de otros países de América nos ofrecieron alguna ayuda social para nuestro personal. A pesar de ello, la sangría de maestros sigue y no tiene perspectiva de parar.

A pesar de las dificultades, hemos podido comenzar las clases. Pero no todos han comenzado, los maestros de las escuelas públicas ya han anunciado que en estas condiciones no se incorporarán a sus puestos de trabajo hasta que no reciban un salario digno. Duele mucho que los niños no tengan clase, pero en estas condiciones, es materialmente imposible.


Es realmente un milagro del cielo que muchos de nuestros maestros sigan en las aulas, pero no sabemos cuánto durará esta bendición. Los síntomas no predicen un futuro optimista: congregaciones religiosas que han dejado Venezuela por temas migratorios y económicos, colegios que han cerrado sus puertas y otros están pendientes a la espera de cómo evoluciona la crisis en un plazo corto.


Los escolapios somos hijos de un gran maestro que con su “afortunado atrevimiento y tesonera paciencia” inició la Escuela Popular y la mantuvo en pie a pesar de grandes dificultades. En tiempos de crisis, hemos de ser muy innovadores como Calasanz para que nuestros maestros sigan comprometidos en el proyecto escolapio de dar educación de calidad a los más pobres.


No podemos aplicar nuevas metodologías innovadoras si no hay maestros que las apliquen. Así que, para nosotros, innovar en nuestras escuelas es simplemente que la escuela no cierre. Contamos contigo para que nuestras escuelas no cierren sus puertas. ¡Innovar es mantener la escuela abierta!


Hemos lanzado una campaña internacional para que el personal de nuestras escuelas tenga mayor estabilidad. Confiamos en la generosidad de tantos maestros escolapios que educan según el estilo de Calasanz.


Visita nuestra página Web www.nacidosparaeducar.org y ayúdanos a mantener abiertas nuestras escuelas.


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